Noticutre / Desde un rincón de la Vía Láctea (quizá por eso somos tan mamones). En los últimos 10 años, y quizá más (quizá desde siempre), la ciencia en México ha sido bastante despreciada, ninguneada, golpeada por burocratismos agüevantes e ignorada del presupuesto. Sencillamente, a empresarios y políticos se les hace más fácil comprar en el extranjero lo que necesita la Suave Patria, aunque nos salga más caro, que apoyar a técnicos y científicos mexicanos.
Total, que a pesar de este desfavorable panorama la ciencia mexicana ha dado campanazos importantes, como la construcción del Gran Telescopio Milimétrico (el radiotelescopio más grande del mundo en su rango de frecuencia) en Puebla, así como la obtención del boceto general del genoma del mexicano (bueno, habrá algún cábula que también considere el IgNobel ganado por científicos mexicanos que obtuvieron diamantes del tequila :B). Ahora se puede sumar un logro más.
“Pian, pianito, pero ahí vamos”, dijo un orgulloso diputado que pidió el anonimato a Cosas Triviales, y quien levantó muy ufano una de las 280 manos que sirvieron para contabilizar 280 votos a favor de una Ley que crea, ni más ni menos, que a la Agencia Espacial Mexicana (Aexa). Todavía falta que la dicha legislación sea instrumentada por el señorcito que despacha en Los Pinoles, pero parece que no hay marcha atrás. ¡Ámonos!
Ya en confianza con el susodicho diputado anónimo, digno representante de nuestra clase narcopolítica, le preguntamos ante su notable euforia si consideraba que la creación de la Aexa por fin le haría justicia a los científicos mexicanos que han colaborado con las agencias espaciales europea (ESA) o estadounidense (NASA), e incluso a todo ese talento nacional que, por falta de oportunidades, debe salir del país y laborar en otras latitudes, dando lugar a una trístemente célebre fuga de cerebros.
El diputado consultado sólo contestó con un gesto de extrañeza.
Al ver su desconcierto, decidimos simplificar la pregunta antes que provocarle un corto circuito neuronal. Así, le dijimos que si creía que la creación de la Agencia Espacial Mexicana apoyaría por fin a una rama científica en la que los mexicanos, bien que mal, siempre habíamos destacado.
Entonces, un poco más dueño de sí y sintíendose en un terreno conocido, el políitico contestó: “Sí, claro, los mexicanos siempre hemos sido buenos para esto, así que esta ley tiene una dedicatoria muy especial a quienes fabrican cuetes en Tepoztlán o Tultepec, y que tantas fiestas tan bonitas han amenizado. ¡Va por ustedes, paisanos, para que se profesionalicen!”.
Sin hacer el menor comentario, quizá sólo una mueca, salimos del recinto de San Lázaro con la esperanza de que la comunidad científica del país tenga la habilidad de aprovechar esta oportunidad y a la vez que mantenerse lo más lejos posible de la clase política, que es capaz de reclamarle por gastar todo su tiempo y presupuesto en la creación de un satélite artificial con fines científicos, y no haber instaurado unos bonitos y espectaculares castillos y toritos para las fiestas del Centenario de la Revolución y Bicentenario de la Independencia...
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